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miércoles, 13 de agosto de 2014

Me gusta el frío, aunque duela. Me gusta la lluvia, aunque moje. Me gustan las tormentas, los rayos, los truenos, aunque se vaya la luz y tenga que recurrir a las velas. Me gustan las botas de agua, las sudaderas, los gorros. Me gustan los días grises, porque lo gris no tiene porque ser triste. 

Me gusta leer, conocer, saber... aunque estudiar no sea mi fuerte. Me gusta la música, la que transmite y te toca donde nadie más lo hace. Me gusta la fotografía, porque es lo más cercano a un para siempre imborrable, un recuerdo en el pasado. Me gusta viajar, conocimiento y experiencia, descubrir.

Estas son las cosas sencillas, las que deben llenar. A pesar de que en ocasiones no lo recuerde, porque no funciona y me siento perdida. Y, realmente vacía. Porque así es como en realidad me siento. Desubicada. 
Y aunque me deberían llenar, me dejan un sentimiento agridulce al final. 

En cambio, las cosas materiales me hacen falsamente feliz por unos instantes, sin sentimiento agridulce al final. Como una falsa ilusión a la que te aferras para seguir vivo, aunque hayas dejado de vivir hace mucho tiempo.


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