Páginas

viernes, 10 de octubre de 2014

Divine.

Las mañanas son duras, las noches imposibles.
No estás.
A pesar de que te lo has llevado todo, nada se siente ligero dentro de mí.
Este vacío pesa demasiado.
La felicidad fue tan agridulce como efímera.
La certeza de que el dolor es tan mortal como temporal.

Uno, dos, tres...


...Zero.
Otro comienzo, desde cero pero no a cero.

Esperando tropezar con alguien que crea que mi vacío es un buen lugar para construir algo bonito. 
Construirlo con paciencia, constancia, verdad, lealtad y queriendo. Porque si se quiere, se puede. Porque el amor no es un sentimiento eterno, porque estar enamorado es un estado no permanente. Y si no es permanente no sirve para construir.
Pero si consigues querer a una persona, paso a paso, sin prisas, sin adornos ni parafernalias, sin frases estúpidas, ni actos innecesarios; es realmente difícil que los sentimientos se evaporen con la misma facilidad con la que lo hace el estar enamorado. Porque el estar enamorado es así, un sentimiento confuso, idealizado, irreal, efímero. Porque el amor no es algo real, porque querer es algo real.

Porque, a pesar de quererte, no te necesito. Y eso es bonito, querer estar con una persona aunque no sientas dependencia de ella, porque así no duele tanto cuando se vaya. Porque todos desaparecemos tarde o temprano. Y tú fuiste más temprano que tarde. Porque nuestros cimientos no eran buenos, no dieron la talla, no soportaron el mínimo peso para seguir construyendo y, sin poder hacer nada para detenerlo, cada ladrillo que pusimos, o puse... a estas alturas qué más da quien puso más, si todo cayó sobre mi espalda, sin nada que me protegiese de tal fracaso.
Destruida por algo que yo intenté construir, sin éxito. 
Porque amar se convierte en falsa dependencia temporal.
Porque enamorarse es como vivir en una tienda de campaña en el borde de un acantilado en el que no para de soplar el viento y las olas azotan las piedras. 
Sabes que tarde o temprano tendrás que correr, o caerás dolorosamente al fondo del mar y la probabilidad de que sobrevivas o salgas entero de aquella historia es muy reducida. 
Sabes que debes buscar un sitio estable y cálido. 

Pensaba que tú eras cálido; tus manos eran frías, y decías que eso ocurría cuando se tenía el corazón caliente. Vaya suerte la mía, encontré a la bonita y destructora excepción que confirmaba la regla. Ahora dudo incluso de que tengas de eso, y si lo tienes puedo afirmar rotundamente que no lo usaste conmigo.

Actualmente, la tormenta ha pasado. Lo se porque volví a visitar aquel acantilado, y me acerqué lo suficiente para ver el vacío, ese vacío que me llamaba y del que pude huir a traspiés. Y ya no corre ferozmente el viento, no hay rastro aparente de nuestra fugaz estancia allí tampoco. Sin embargo, si me miras, aparentemente, tampoco verás ningún daño visible de aquel suicidio emocional. Porque los daños colaterales a veces son tan grandes que te conviertes en uno directamente. 

1 comentario:

Cristina C. dijo...

Me ha encantado.
Es tan intenso como cierto.
Saludos.