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martes, 11 de marzo de 2014

Echo de menos muchísimas cosas, pero sobre todo, a mí misma. Nunca he sido normal, ni lo he querido ser. Me gustaba no funcionar del todo bien. La gran diferencia entre antes y ahora, la clave: la felicidad. Nunca te fíes de las apariencias. Porque el 99% de las veces, no es lo que parece. Me echo de menos, mucho, cada día que pasa más. Pero, más me duele saber que la posibilidad de que vuelva a ser lo que era es tan remota, que ya no guardo esa esperanza. Solo queda un simple sombra, nada más. Extraño el brillo de mis ojos, la alegría en ellos, la felicidad en cada carcajada. Es irónico que lo único que me consuele es que, nada es para siempre. Ni siquiera la tristeza. 

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